lunes, 17 de noviembre de 2014

Tesoros (de una cajita de cartón)

Abrí una caja vieja que tengo, donde guardé un montón de cartas, cartitas, dibujos, dibujitos, distintas expresiones de afecto de montones de personas con las que tuve distintas relaciones en distintos momentos y etapas de mi vida... La agarré decidido a tirarla, un poco por sentir que era dar un paso para adelante. Me puse a leer y al encontarme con todo eso, un poco de risa me causó. Muchos "para siempre", "nunca", "lo mejor", muchas palabras muy contundentes que vistas hoy parecen haber sido sólo palabras que representaban un tiempo tan efímero como lo que se tarda en leerlas.
Pero cuando me disponía a terminar y tirar todo me di cuenta de algo: No son sólo palabras, en esos papeles y telas hay, además de palabras y dibujos, tiempo. Tiempo que alguien tomó para tratar de demostrar, explicar o simplemente plasmar algún tipo de pensamiento o sentimiento que esa persona tenía. Y no cualquiera te da su tiempo si no es por amor (y no me refiero al amor de película romántica, me refiero al amor en general, al que hace que todavía respiremos).
Entonces me detuve ¿Cómo podría tirar algo que se hizo por amor sólo porque se me ocurrió que un papel me estaba atrapando? El papel no me atrapa a mí, las palabras no me atrapan a mí. Esas palabras, esos papeles, atrapan un instante del tiempo, tienen guardadas en un bolsillo un montoncito de amor y si tirara eso, sería como tratar de meter mi mano en su bolsillo. No, yo no puedo hacer eso. Es una idea algo tirana. Yo sólo puedo reír, reír al verlos pasar, al ver esa burbujita del tiempo con sus historias pasadas y recordar que ni "siempre" ni "nunca" ni "lo mejor" son absolutos. Que el flaco tenía razón, mañana es mejor. Tan mejor como "lo mejor" y tan mañana como "siempre" o "nunca". Que todo el tiempo, a cada instante, es hoy, es ahora y eso es lo único que no va a cambiar.

jueves, 23 de octubre de 2014

Que maduren las frutas, yo quiero crecer.

"¿Qué querés ser cuando seas grande?" Esa pregunta invita a soñar, a fantasear. Lo que no te avisan cuando te hacen esa pregunta es que la parte que dice "cuando seas grande" en realidad es un aviso. Después de hacerte esa pregunta deberían decirte "Mirá que de acá a que seas grande yo y muchos como yo nos vamos a encargar de hacerte creer que la respuesta que nos des no es más que un sueño, un vuelo. Ser grande no es una cuestión de edad, cuando digo 'cuando seas grande' me refiero a cuando hayas dejado de creer que podes vivir haciendo lo que querés, lo que soñás, cuando ya no creas que podés vivir volando. Yo y muchos como yo, nos vamos a encargar de que creas que ser grande es perder las alas."

Hace poco me hicieron una pregunta que, la verdad, creí que no iba a volver a escuchar: "¿Pensás vivir de la música?" Vale la aclaración, esa pregunta no es "La pregunta" si no viene acompañada de un tono sarcástico, una mirada despectiva y un "Buah" levantando las cejas ante el "Sí" rotundo que se recibe como respuesta. Teniendo 25 años y estando en un momento muy particular de mi vida, en muchos aspectos, me encuentro, otra vez, frente a la pregunta. Yo respondo que sí con certeza pero cuando llego a mi casa me cuestiono y dudo de mí. Algunas personas de mi edad, con las que he compartido sueños, realidades y fantasías, se encargan también de hacerme sentir una especie de Peter Pan, de niño eterno, de pibe que le falta madurar. Gente que parece creer que crecer es dejar de pensar en sueños para empezar a vivir lo que ellos toman como única posibilidad real, la única realidad posible... Y entre todo mi cuestionamiento y mis dudas me doy cuenta que en parte tienen razón: crecer es dejar de pensar en sueños, es dejar de pensar en volar... Dejar de pensar y empezar a intentar.

lunes, 20 de octubre de 2014

Ser o no ser (inteligente)

Alguna vez mi madre me contó que en el colegio le dijeron repetidas veces algo así como "Su hijo es un chico muy inteligente pero es vago". Luego ya de dos, tres o quizás más veces de escuchar esa afirmación, un día, ante una nueva reiteración del planteo, dio una respuesta que me pareció sencillamente exquisita: "Mi hijo no es inteligente, mi hijo tiene gran capacidad. Si fuera inteligente, haría buen uso de ella."

Cuando me lo contó sólo atiné a poner cara de asombro y decir, con una corta risa, "Ja, claro. Es tal cual". Es que ser inteligente no es tener muchas cualidades y recursos intelectuales, es hacer buen uso de ellos. La velocidad para las cuentas, el conocimiento de la historia, de la cultura, la cantidad de conocimiento no miden nuestra inteligencia. Ser inteligente es otra cosa, ser inteligente es saber leer no textos sino contextos, no es dar respuestas sino soluciones, no es decir todo lo que sabemos sino saber cuando callar.

Inevitablemente todo esto me hace pensar en la llamada "Inteligencia emocional" y es que ahí está la papa. Entender nuestras emociones, nuestros sentimientos y lograr actuar adecuadamente no sólo en base a ellos sino también para ellos.

Hoy, pensando, esa inteligencia emocional me ayuda a entender que quizás lo más inteligente sería dejar de pensar.

martes, 9 de septiembre de 2014

Buscar saber qué buscar

Aprendí a buscar, a no esperar. Si quiero algo distinto, no espero que lo que tengo cambie. El cambio hay que buscarlo, hay que hacerlo. El cambio es el giro en el camino que inventamos a cada paso que damos y no hay señales más claras, ni barreras más altas, ni pozos más profundos que la fuerza de nuestra voluntad para generarlo. De ello depende y hacia donde nos lleve(mos), vamos.

Ya no busco palabras sensibles en el amigo acorazado ni el cachetazo realista de quien se esconde en su vida de cuento. No pretendo el empujón al vacío del que vive con miedo ni le pido un freno al impulsivo adrenalínico. Antes de pedir, de exigir, busco. Busco en mí, me revuelvo, me inspecciono y sólo si es necesario busco afuera.

Hace un tiempo me encontré con alguien que llenó un espacio que no existía. De repente un día lo inventó, lo llenó de cosas y de repente otro día se fue y se llevó todo dejando sólo el espacio, el vacío. Por mucho tiempo busqué algo para llenarlo, algo más profundo que sus ojos, que el alma que la habita, que el silencio que dejó.

Ahora buscando en mí, revolviéndome, me encontré con ese vacío de nuevo. Inspeccionándome me di cuenta que ese lugar, ese espacio, ese vacío es mío y elijo llenarlo con lo que yo quiera, como yo quiera. Hoy no hay nada vacío en mí. Hoy las letras, las canciones, las ideas rebalsan y ocupan ese espacio. Hoy no busco, pero todavía me pregunto, si existe algo más profundo que sus ojos, que el alma que la habita, que el silencio que dejó.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El euro que valió el viaje.

Es con el corazón acelerado, un nudito en la garganta y una lagrimita asomada en un ojo que escribo esto:

Domingo 27 de Julio: Tocando en el paseo del río, acá en Plentzia, un Padre con su hijo se sentaron a escuchar algunas canciones. Luego del tercer tema se me acercaron y nos pusimos a charlar. Músico de Valencia que venía de vacaciones porque la madre del niño vive por aquí, me preguntaba si sabía de algún lugar donde tocaran bandas como para averiguar por la suya y si yo quería sumarme. Charlamos y al despedirse le agradezco y él me responde con un "No, gracias a ti por tu música". 

Jueves 31 de Julio: Tocando, nuevamente en el paseo pero en otro punto, al escuchar ruido en la caja, abro los ojos y nuevamente este Niño dejando unas monedas pero esta vez con su Madre detrás. Una mezcla de ideas en mi cabeza: creer que estaba abusando del hecho de cruzarme al Padre y a la Madre por separado (ja) y ponerme un poco contento por la posibilidad de estar regando la semilla de la música que el niño debía ya tener sembrada (supongo, por tener Padre músico) AUNQUE quizás a él no le gustaba lo que yo hacía, sólo eran los padres que le hacían tirarme monedas como un juego. Nada, historias que uno va armando como cuando ve a alguien en un bondi y juega a imaginar su vida.

 Domingo 03 de Agosto: Feria en Plentzia organizada por mi prima. Un día espectacular, el Sol decía presente pero también las brisas que se llevan el calor. La feria tan espectacular como el día, muchos puestos con cosas muy buenas y (mucha) gente que, de camino a la playa, no puede evitar chusmear un poco. Con sólo cuatro horas de sueño estaba ahí, eligiendo música para que sonara de fondo, un poco de jazz, un poco de blues, un poco de funk, un poco de rocksteady y al puesto de La Matera. Estando ahí me encuentro con Padre y Madre anteriores pero sin el Niño y el Padre me cuenta que el Niño tiene un saxo de juguete y él un cavaquinho y que el jueves pasado el Niño le propuso ir a tocar juntos a la calle, "como el chico de la armónica". Cuando bajaron me encontraron tocando y el Padre le dijo de sumarse pero al Niño le dio vergüenza y se fueron a tocar a otro lado. En ese rato, una señora les dejó una moneda de un euro. El niño había logrado su primer euro con algo y ese algo era la música como un juego, con un saxo de juguete. Luego salió a pasear con la Madre y me encontraron tocando y EL NIÑO LE DIJO A LA MADRE que quería dejarme plata. La Madre respondió "Es que salí sin nada" y él le dijo "Pero yo tengo el euro que me dejó la señora" y con esa moneda de un euro en la mano se acercó a la caja y la depositó. De repente una moneda de un euro pasó a no valer nada. De repente una moneda de un euro pasó a valer todo.

 (Después toqué en la feria pero eso quedará para otra ocasión.)

viernes, 18 de julio de 2014

El arte de compartir(ar)te

Es completamente hermosa, como puede serlo el arte en todas sus formas. Y ella era una pintura viva, una canción atrás de otra. Incluso sus defectos eran la mezcla equivocada de colores que le daban el toque único a una obra, la nota que suena raro y te hace dudar si es un error o está puesta ahí a propósito y que, además, ya forma parte de la canción por lo que no la imaginas sin ella. Pero sobretodo ella es arte porque su belleza podrá ser subjetiva pero a mí me genera algo. En verano, al acostarse le gustaba jugar a ser un iceberg. No importaba la temperatura que hiciera, ella se tapaba casi en su totalidad pero siempre un brazo o una pierna se escapaban de la sábana. La pequeña punta del gigante de hielo, la tentadora porcioncita de piel que me llevaba a seguirle el juego y transformarme en el capitán de un barco destinado a naufragar en el mar de nuestra cama, dando bocanadas de su boca y buscando su cuerpo para aferrarme y no soltarme porque es lo único que me mantiene a flote. Eso era hacer el amor: flotar. Una sensación tan única que me hacía olvidar todo, sólo podía disfrutar del momento. Incluso después de desplomarme contra la cama quedaba en un impass, como si el alma tardara más en volver al piso. Como toda obra de arte bien apreciada, en algún momento dejó de ser de sus creadores y el mensaje original, junto con su belleza real, pasaron a ser meramente cuestiones de interpretación. Una canción que se valía por si misma, que podía ser interpretada de infinitas maneras y que ella misma parecía, por momentos, cambiar su perspectiva. A veces uno hace suya una canción, de tanto escucharla, de tanto sentirla. Pero un buen día viene alguien y te dice que esa canción también es suya. Te das cuenta que entiende algo completamente distinto de ella y la vive de otra manera pero ¿Cómo negarle que sea suya? Ni siquiera era mía en un principio. Sus compositores lo entendieron, hoy lo entiendo yo. Una canción (y su significado) no cambiará para mí pero nunca será mía.

lunes, 14 de julio de 2014

El fracaso de la derrota.

Hay derrotas que no ganan, fracasos que fracasan en su afán de hacernos sentir que perdimos. Debería existir un término para eso. No alcanzar un objetivo no siempre implica derrota, mucho menos fracaso o ni hablar de pérdida. Sea en el ámbito que sea, deportivo, laboral, artístico, personal o lo que sea, debería existir un término que explique esa sensación de no levantar un trofeo pero sentirse realizado, darlo todo, intentar, aguantar, pelear, esas cosas que no se ven reflejadas en un marcador, en ningún premio de ningún tipo más que la satisfacción personal de saber que no queda nada más para dar y que se hicieron las cosas lo mejor que se pudo. No está mal esperar más de uno mismo ni de nadie, exigirse y exigir un poco más, sólo para ver hasta dónde puede extender uno su límite pero no hay que sentirse derrotado o que hemos fracasado por no lograr estirar ese límite. Sí es bueno conocerlo y visitarlo seguido. Quizás, sin darte cuenta, se te escapa algún paso y lográs correr esa línea y un día mirás para atrás y te encontrás más lejos de lo que pensabas.

lunes, 30 de junio de 2014

Che, Viento....

Dale, soplá.
Soplame murmullos, canciones.
Soplame palabras, sensaciones.
Soplame al oído, tu suspiro tibio.
Cerrame los ojos, abrime los brazos,
soplame los pelos con tu abrazo.

Soplá, dale.
¡Soplá fuerte! ¡Volame!
Volame este cuerpo, volame a los cielos.
Volame las ansias, volame los miedos.
Volame excusas, prejuicios, maldades.
Volame a lo alto y en lo alto dejame.
Volame hasta la libertad, toda esta que tengo.
Volame a tu voluntad pero lejos del suelo.

¡Dale! ¡Carajo!
¡Soplá fuerte desde lo alto!
Soplá y como a una hoja llevame.
Soplá y como al desierto moldeame.
Soplá y volame, inventame de nuevo.
Si no lo hacés vos, yo tengo que hacerlo.

viernes, 4 de abril de 2014

De árboles y almas

Tengo muy presente una imagen, distintos tipos de árboles, explicaciones en el colegio de por qué algunos eran así y otros eran asá. Creo recordar que un árbol en una zona árida, la sabana pongamosle, echa raíces profundas, que se estiran en busca de agua. En cambio, uno en una zona húmeda expande sus raíces a lo ancho de la tierra para aprovechar lo más posible de ese espacio. Eso es lo que no vemos... En cuanto a su tronco, si no tiene nada que le tape la luz del Sol, no crecerá mucho en altura. Por el contrario, si está tapado por otros árboles, o algo interrumpe la incidencia de los rayos solares sobre él, crecerá y se moverá para que nadie le prohíba estar lleno.

Raíces anchas son las costumbres, mucho espacio ocupan y nos dan esa sensación de saciedad, de estar satisfechos. Pero el corazón echa raíces profundas porque sabe que en lo más hondo del ser están los sueños más grandes y de esos sueños se alimenta el alma. Eso es lo que no vemos... En cuanto al cuerpo, pereza es el árbol bajo, soledad del alma quieta. Por más raíces y corazón y sueños que tengas, si no salís del espacio de confort, de la quietud, de la comodidad, no crecerás.

Crecer, para abajo y para arriba, tarea para el cuerpo, ejercicio para el alma.

lunes, 13 de enero de 2014

El beso perfecto.

No es que nos dé ventaja la señora, la Muerte. Es que es romántica, le gustan los buenos besos, los besos perfectos, los besos que marcan, los besos que matan y vive buscándolos. Es tanto así que sólo nos da uno a cada uno, un beso, uno sólo que valga por toda la eternidad. Nosotros escapamos de ella, corremos. Tanto corremos y tan lejos que a veces nos olvidamos de qué escapamos pero seguimos y así vivimos: huyendo, escapando, corriendo. Ella nos mira correr, ve que nos olvidamos de ella, ve que nos vamos con la Vida hasta que un día sus celos no dan más y zas! Nos alcanza, nos da su beso. Uno sólo, un beso tan hermoso que nos encadena y nos lleva y nos mata. Nadie escapa de eso, nadie ni nada. Incluso los objetos se corroen, se degradan y desaparecen. Sólo ella, ella que no probó ni probará nunca su beso está a salvo de ella misma... Pobrecita, ella tan romántica, que busca el beso perfecto, no entiende que nadie la va a besar tan profunda, hermosa y perfectamente como sólo ella sabe besar.

Y en eso, ella es como la Muerte, la señora. Yo corro, me alejo, huyo de ella, de su idea, de mi idea de ella y de sus besos. Tanto corro y tan lejos que la olvido y dejo de correr para preguntarme por qué era que corría y la recuerdo y, por las dudas, corro un poco más. Ella sigue repartiendo besos, como queriendo encontrar ese, el beso perfecto. Hasta que un día zas! De repente, casi de la nada, me encuentro con su boca que me besa tan profunda y hermosamente que me encadena y me lleva y casi más me mata. Pero ella no lo siente, no ve que es el beso perfecto y sigue buscando... En eso es como la Muerte pobrecita ella, la señora, que no entiende que nadie la va a besar tan profunda, hermosa y perfectamente como sólo ella sabe besar.

jueves, 2 de enero de 2014

70-30

"Que la cosa fluya" escucho por allá, un poco más atrás del tiempo. Hoy, un poco más acá, escucho una canción que canta "Fluir no es dejarse llevar" y logro comprender por qué ni acá, ni allá, las cosas fluyen. El río quieto no es río, el río que fluye es río y el agua que fluye empuja, el agua necesita más que agua para ser río y fluir. Principalmente se necesita a sí misma pero aparte necesita, por lo menos, gravedad. El cauce es dispensable, si el agua y la gravedad que lo empujan están bien, el cauce será y se hará al fluir, así como su desembocadura. Nadie conoce su destino, ni siquiera aquel que tiene el camino marcado.

Será porque estamos compuestos en un 70% de agua que no nos alcanza sólo con ser, con dejarnos llevar. 70% agua, ser, 30% gravedad, empujar, fluir. Hoy entiendo que allá, atrás del tiempo, me hablabas de un río nuestro, nuestras individualidades siendo afluentes de un gran río mutuo. Hoy entiendo que allá, atrás del tiempo, me hablabas de un río nuestro, de ser afluentes... pero eras lago, agua estancada, una desembocadura, un final. Y ahora, acá, en cada instante del tiempo, la voz sigue cantando "Si te quedás empantanado ya no aguantás ni tu propio olor".

El cauce será y se hará al fluir, porque fluir no es dejarse llevar.