viernes, 6 de noviembre de 2015

Medidor de conflictos

Una imagen: Un local, sobre la puerta se lee un cartel "Medición de conflictos". Adentro una persona, a simple vista de clase media, parada detrás de una cinta que cuelga entre dos postes y detrás de ella una vitrina repleta de varas, de distintas medidas todas ellas.
Atraviesa la puerta un hombre sirio, se lo ve desesperado. Al verlo entrar, la persona detrás de la cinta levanta su mano en señal de "alto" y le señala una cruz dibujada en el piso, apenas a un metro de distancia de la puerta. Una vez ubicado el sirio, empieza a contar su situación, está escapando de su país, es muerto si se queda, asesinado si se va y si lograra sobrevivir, discriminado donde vaya. La persona se da vuelta, agarra una de sus varas, la extiende delante del sirio que se acerca hasta donde la vara se lo permite, a la mitad del salón.
Detrás de él, ingresa una persona de nacionalidad boliviana, al verlo entrar, la persona detrás de la cinta se da vuelta, busca desesperadamente entre las más largas de sus varas y la extiende, dejando al recién ingresado justo detrás del umbral de la puerta. Exactamente igual que como hizo aquella vez que vinieron tres chicos de Villa Soldati que se habían caído de un sexto piso, o cuando se acercó un nene de 9 años diciendo llamarse Kevin, asesinado de un tiro en la cabeza o esos dos chicos que murieron en un taller textil ilegal. Todos ahí, detrás de la puerta.
Luego de unos días, se acercó otro nene de tres años. Era sirio, como aquel hombre, y había muerto ahogado. La persona detrás de la cinta no dudó. Con sólo verlo entrar se dio vuelta, agarró su vara más corta y acercó al niño hasta el pie de los postes donde colgaba la cinta. El hombre sirio que seguía parado en el medio del salón, señaló al niño y le preguntó "¿Ahora me entiende?" y esta persona volvió a su vitrina, agarró una vara y la reemplazó por la que había usado para marcar la distancia al sirio: lo acercó unos metros, no más de un cuarto del salón.
Lo extraño fue cuando se acercó un niño de la comunidad Qom que acababa de morir, la persona se disponía a sacar su vara más larga nuevamente cuando sonó un teléfono rojo que tenía a un costado del punto donde se paraba siempre, detrás de la cinta. Atendió y la voz del teléfono le avisó "No te olvides, estamos en épocas de elecciones". Colgó el teléfono, se dio vuelta y fue al otro extremo de la vitrina, donde estaban las varas más cortas. Y sin preguntar nada, acercó al niño Qom, justo al lado del niño sirio.
Habrá que ver qué pasa de acá a un tiempo: Probablemente lo mismo de siempre, sus varas automáticamente vayan extendiéndose, dejando a todos, nuevamente, detrás de la puerta.

martes, 6 de enero de 2015

Las cosas importantes

Me gusta. No la conozco mucho pero conozco lo suficiente, las cosas importantes. Conozco su tono de voz cuando canta, sé que le gusta la música, al punto de emocionarse hasta las lágrimas con ella, y sé que baila con una sonrisa en su cara. Y no sólo conozco esas cosas, las importantes, sino que además me gustan.
Conozco, también, algunos datos de color, que pueden ser de alguna utilidad pero no son los verdaderamente importantes. Como por ejemplo su nombre, está claro, pero ¿para qué sirve su nombre? No tanto para identificarla, sabemos que los nombres no son únicos y además prefiero sus ojos, su pelo, su perfume. ¿Para llamarla? No quiero llamarla, quiero alcanzarla.
Sé que no es mucho lo que conozco pero está en la calidad, no en la cantidad. Y esas cosas que conozco, me gustan tanto que me dan ganas de conocerla más en profundidad: Es que me gusta su boca, por ejemplo, en la distancia que la conozco. Ahora quiero acortar esa distancia, conocer su boca con la mía, mis ojos en los suyos, su cuerpo con el mío, mi alma con la suya.