lunes, 29 de agosto de 2011

Por lo menos para mí

No hay peor miedo que el miedo a lo desconocido. Es decir, ¿cómo temer a algo que no sabemos cómo es? ¿Por qué cuando nos invaden las dudas, las ganas, las inseguridades, los "ya fue, yo me mando" momentáneos y todo ese embrollo dualista siempre el domador es el miedo? Como no sabemos qué es, por las dudas nos quedamos en el molde, esperando al timbre, que alguien o algo nos indique que ya estamos listos, que ya nos dieron el último golpe de horno. Pero a veces, mientras seguimos en el molde, las cosas ya están paradas frente a nuestras narices y no nos dejamos romperlo para poder abrazarlas bien fuerte, saber cómo se sienten, que esa cosa, tangible o no, nos ablande y luego nos curta la piel, nos moldée, ratifique o invalide nuestro viejo miedo (quien seguramente aparezca después, con otra cara, otro nombre, otra piel, pero con algo que nos hará sentir que es el mismo de siempre. Cuando hay miedo, hay algo nuevo. Aunque digamos "tengo miedo porque esto ya lo viví" no es igual, nunca lo es. El reloj marca otra hora, el calendario otro día, el viento sopla diferente, hay otra temperatura, hay más en nuestro haber. Cuando se trata de algo que REALMENTE ya hemos vivido nos invade una firmeza imponente, un heroísmo quijoteano mostrado en la seguridad de nuestro accionar.). Sólo hay una manera de despejar las dudas y las dudas no despejadas se convierten en incógnitas, acertijos irresolvibles por el simple hecho de que nunca nadie sabrá "¿qué hubiera pasado si en vez de....?" No quiero más preguntas, no quiero, en mi consciencia, cuestionamientos dignos de ser aclarados por alguna madame Léonie. Prefiero las anécdotas, las historias, los pequeños puntos suspensivos al final de cada capítulo. Nada se termina, aunque nosotros nos vamos acabando constante y paulatinamente. Mientras haya personajes, habrá historias. Me gusta más la idea de 5 capítulos incansablemente largos, a imaginarme un índice infinito de historias efímeras, de unos cuantos reglones, que terminen en un "pero me ganó el miedo, me di vuelta y me fui" o "tuve miedo, no supe qué decir". Sólo hay una manera de lograr algo así: dando un paso al frente contra el miedo.