martes, 29 de mayo de 2012

Reciclarse

En un mundo inmenso de soledad una sociedad olvidada por si misma se fue envolviendo en los hilos de otras redes. Sus rostros se apagaron, sus vidas se resumen en no más de 140 caracteres. Consumistas consumidos por antojos que cuestan más de lo que valen y ocupan más de lo que hay. Números que interesan cuando están en rojo, siempre que cuiden los intereses de uno sólo. Una tarjeta le explica quién es pero no se puede ver en los ojos de nadie más. Una incógnita lo mantiene en vilo: Como se recicla un papel ¿Un hombre se puede volver a inventar? Lo despiden, él se va, el número rojo no está más. Volvió a tener cara, volvió a mirar. En un mundo inmenso de soledad él no se siente sólo porque siempre hay un nuevo comienzo después de un final.

viernes, 11 de mayo de 2012

Conservas

Algunos pude cocinarlos y comerlos, otros los traté de aguantar en la heladera pero se pudrieron y los tuve que tirar. A veces, también, venía alguien y me ofrecía un poco de los suyos y, gustoso, acepté (aunque no siempre tenían gran sabor). Algunos en particular decidí separarlos... Llené un frasco hecho de fe casi hasta el tope con esperanza y los puse en remojo con un cartel que decía "Utopías". Le pedí a un enano gigante que entrara a mi corazón y los dejara al fondo del estante más alto, así el día que no tuviera nada que cocinar ni nadie que me ofreciera de los suyos, no me quedaría otra. Tendría que pelear, trepar y esforzarme por llegar a mis más preciados y remotos sueños.

martes, 8 de mayo de 2012

Verborrágica catarsis

Hoy, a pesar del otoño, las letras no caen marchitas para posarse suavemente en algún lado... Hoy, a pesar de la buena salud, las letras se tiran, saltan desesperadas del caos al vacío, que no es más que caos bien disimulado y espectante de ser llenado por más caos, por más letras y palabras que pagan el precio de querer salvar sus vidas, la propia y caótica muerte. Hoy la catarsis es una arcada aparentemente eterna y la verborragia es una pregunta constante, incesante y su respuesta que no existe, que no es más que otras mil preguntas y algunos cuantos puntos suspensivos. La misma pregunta de siempre, la misma no respuesta de después de siempre. El mismo vacío ante el silencio voraz que nada muerde y todo lo come, el sentir que no se respira (claro, si falta el aire) a pesar de que los pulmones siguen oscilando oxígenos perniciosos a un corazón invadido por una furtiva y oscura sensación putrefacta que bombea (si es que aún funciona) una sangre negra y envenenada, irrigando y enfermando cada epidérmico milímetro de lo que se es. Una catarsis aparentemente eterna que llena, sistemática y volumétricamente, una soledad, apasionante e inmensa, con más soledad. Con más explicaciones y menos conclusiones. Más letras, más palabras y menos sentido... Hay una luz que alumbra pero no ilumina. Traga muy fuerte, cierra los ojos y se zambulle en su verborrágico mar de caos, en su vomitiva catarsis aparentemente eterna buscando un silencio que responda su pregunta (o al menos se trague su cabeza) y el punto final de la eternidad, la x de su y, aquel punto de fuga donde se unen las paralelas y las cosas no tienen sentido, o al menos que lo tengan o no, da exactamente igual.