martes, 8 de mayo de 2012

Verborrágica catarsis

Hoy, a pesar del otoño, las letras no caen marchitas para posarse suavemente en algún lado... Hoy, a pesar de la buena salud, las letras se tiran, saltan desesperadas del caos al vacío, que no es más que caos bien disimulado y espectante de ser llenado por más caos, por más letras y palabras que pagan el precio de querer salvar sus vidas, la propia y caótica muerte. Hoy la catarsis es una arcada aparentemente eterna y la verborragia es una pregunta constante, incesante y su respuesta que no existe, que no es más que otras mil preguntas y algunos cuantos puntos suspensivos. La misma pregunta de siempre, la misma no respuesta de después de siempre. El mismo vacío ante el silencio voraz que nada muerde y todo lo come, el sentir que no se respira (claro, si falta el aire) a pesar de que los pulmones siguen oscilando oxígenos perniciosos a un corazón invadido por una furtiva y oscura sensación putrefacta que bombea (si es que aún funciona) una sangre negra y envenenada, irrigando y enfermando cada epidérmico milímetro de lo que se es. Una catarsis aparentemente eterna que llena, sistemática y volumétricamente, una soledad, apasionante e inmensa, con más soledad. Con más explicaciones y menos conclusiones. Más letras, más palabras y menos sentido... Hay una luz que alumbra pero no ilumina. Traga muy fuerte, cierra los ojos y se zambulle en su verborrágico mar de caos, en su vomitiva catarsis aparentemente eterna buscando un silencio que responda su pregunta (o al menos se trague su cabeza) y el punto final de la eternidad, la x de su y, aquel punto de fuga donde se unen las paralelas y las cosas no tienen sentido, o al menos que lo tengan o no, da exactamente igual.

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