lunes, 20 de febrero de 2017

El final es en donde partí.

Bueno, desarmados los bolsos pero entera esta alegría. La alegría que deja cualquier experiencia de semejantes magnitudes, con sus cosas buenas y sus cosas malas pero con el aprendizaje por sobre todas las cosas. Vuelvo de un país que me presentó personas hermosas, músicas extraordinarias y una paz la cual no dudé ni un segundo en elegir como mi lugar.

Compartí tiempo, espacio, música y experiencias con amigos/as, conocidos/as y (ex) desconocidos/as de los cuales me queda el más hermoso recuerdo y aprendizaje. Muchas de estas personas las siento hoy irremediablemente más cerca que nunca, inamovibles en un lugar del corazón.

 No hay fronteras cuando la bondad y el amor son puentes. No hay forasteros cuando el arte y la pasión nos comunican e interrelacionan.

 Tengo el corazón tan lleno, el alma tan tiernamente abrazada, que no siento el calor del asfalto porteño.

 No tengo más que palabras de agradecimiento por todo esto a toda la gente que formó parte, mucho o poco, mal o bien, de estos casi dos meses. No puedo dar nombres primero porque si bien guardo a todos y todas en el corazón, no tantos están en esta red. Y también, claro, por miedo a dejar gente afuera. Si nos cruzamos del otro lado del río en estos dos meses, esto habla de vos y te estoy muy agradecido.