viernes, 11 de mayo de 2012

Conservas

Algunos pude cocinarlos y comerlos, otros los traté de aguantar en la heladera pero se pudrieron y los tuve que tirar. A veces, también, venía alguien y me ofrecía un poco de los suyos y, gustoso, acepté (aunque no siempre tenían gran sabor). Algunos en particular decidí separarlos... Llené un frasco hecho de fe casi hasta el tope con esperanza y los puse en remojo con un cartel que decía "Utopías". Le pedí a un enano gigante que entrara a mi corazón y los dejara al fondo del estante más alto, así el día que no tuviera nada que cocinar ni nadie que me ofreciera de los suyos, no me quedaría otra. Tendría que pelear, trepar y esforzarme por llegar a mis más preciados y remotos sueños.

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