viernes, 4 de abril de 2014

De árboles y almas

Tengo muy presente una imagen, distintos tipos de árboles, explicaciones en el colegio de por qué algunos eran así y otros eran asá. Creo recordar que un árbol en una zona árida, la sabana pongamosle, echa raíces profundas, que se estiran en busca de agua. En cambio, uno en una zona húmeda expande sus raíces a lo ancho de la tierra para aprovechar lo más posible de ese espacio. Eso es lo que no vemos... En cuanto a su tronco, si no tiene nada que le tape la luz del Sol, no crecerá mucho en altura. Por el contrario, si está tapado por otros árboles, o algo interrumpe la incidencia de los rayos solares sobre él, crecerá y se moverá para que nadie le prohíba estar lleno.

Raíces anchas son las costumbres, mucho espacio ocupan y nos dan esa sensación de saciedad, de estar satisfechos. Pero el corazón echa raíces profundas porque sabe que en lo más hondo del ser están los sueños más grandes y de esos sueños se alimenta el alma. Eso es lo que no vemos... En cuanto al cuerpo, pereza es el árbol bajo, soledad del alma quieta. Por más raíces y corazón y sueños que tengas, si no salís del espacio de confort, de la quietud, de la comodidad, no crecerás.

Crecer, para abajo y para arriba, tarea para el cuerpo, ejercicio para el alma.

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