jueves, 2 de enero de 2014

70-30

"Que la cosa fluya" escucho por allá, un poco más atrás del tiempo. Hoy, un poco más acá, escucho una canción que canta "Fluir no es dejarse llevar" y logro comprender por qué ni acá, ni allá, las cosas fluyen. El río quieto no es río, el río que fluye es río y el agua que fluye empuja, el agua necesita más que agua para ser río y fluir. Principalmente se necesita a sí misma pero aparte necesita, por lo menos, gravedad. El cauce es dispensable, si el agua y la gravedad que lo empujan están bien, el cauce será y se hará al fluir, así como su desembocadura. Nadie conoce su destino, ni siquiera aquel que tiene el camino marcado.

Será porque estamos compuestos en un 70% de agua que no nos alcanza sólo con ser, con dejarnos llevar. 70% agua, ser, 30% gravedad, empujar, fluir. Hoy entiendo que allá, atrás del tiempo, me hablabas de un río nuestro, nuestras individualidades siendo afluentes de un gran río mutuo. Hoy entiendo que allá, atrás del tiempo, me hablabas de un río nuestro, de ser afluentes... pero eras lago, agua estancada, una desembocadura, un final. Y ahora, acá, en cada instante del tiempo, la voz sigue cantando "Si te quedás empantanado ya no aguantás ni tu propio olor".

El cauce será y se hará al fluir, porque fluir no es dejarse llevar.

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